domingo, 29 de noviembre de 2009

La poesía es un arma cargada de futuro, Gabriel Celaya y Paco Ibáñez

Gabriel Celaya, nacido en Hernani (San Sebastián), en 1911, es uno de los poetas españoles inscritos en la que se dio en llamar Generación del cincuenta o del "Medio siglo". Éstos se caracterizaban, entre otras cosas, por emplear una poética realista, dando relevancia en sus textos a las cuestiones sociales, y entendiendo la mayoría que la poesía, el arte en general, tenía o debía tener una función política o moral. De ahí que la literatura de estos autores acabase adquiriendo, casi más por encima de cualquier otra generación, un carácter testimonial de grupo.

Traductor de Rilke, Rimbaud y Paul Eluard, Celaya recibió en 1986 el Premio de las Letras Españolas y en 1987 el Premio Nacional de Literatura, y ha quedado para la historia de la literatura española como uno de los principales impulsores de la poesía social, poesía al servicio de algo, concebida -en sus propias palabras- como una “herramienta para transformar el mundo”. Un poema concreto de Celaya es el que mejor condensa de hecho ese motor creativo de la generación de autores anteriormente citada, esa necesidad vital por tomar partido a través del arte: La poesía es un arma cargada de futuro.

Fallecido en 1991, Celaya trabó gran amistad con el cantautor Paco Ibáñez, cuya obra se centra en la musicación de grandes poetas españoles, la mayoría de ellos marcados por la persecución, la censura o el asesinato. Ibáñez adaptó diversos textos de Celaya, entre ellos el que ahora nos ocupa. Además de acompañar el poema con una actuación del artista valenciano, añado una curiosa versión de Serrat, que desconocía hasta ahora, a partir de la musicación de Ibáñez.

La poesía es un arma cargada de futuro

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
más se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,
que golpea las tinieblas.

Cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades;
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades,
amorosas crueldades.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos, dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo, estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo,
cultural por los neutrales, que lavándose las manos
se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido,
partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren.
Y canto respirando. Canto y canto y cantando
más allá de mis penas,
de mis penas personales, me ensancho,
me ensancho.

Quiero daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso, con técnica, que puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España,
a España en sus aceros.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo, estamos tocando el fondo.

Paco Ibáñez


En voz de Joan Manuel Serrat, una versión muy poco difundida